Detrás de su popularidad y de la creciente demanda global, la producción del café encierra un lado poco visible para la sociedad: un impacto ambiental significativo que lo convierte en un factor de contaminación silencioso.
El café es una de las bebidas más consumidas en el mundo y, sin duda, uno de los productos más populares dentro del comercio internacional. Su aroma y sabor lo han convertido en un insumo indispensable en la vida diaria de millones de personas, desde oficinas hasta cafeterías en las ciudades más cosmopolitas.

La cadena de producción del café comienza en zonas tropicales y subtropicales, donde extensas áreas de bosques han sido deforestadas para dar paso a plantaciones. Esta pérdida de cobertura boscosa implica la desaparición de hábitats naturales.
Además, también ocasiona la reducción de la capacidad de los ecosistemas para absorber dióxido de carbono, un gas clave en el calentamiento global. La deforestación vinculada al café afecta directamente la biodiversidad, pues especies animales y vegetales pierden su entorno natural, quedando expuestas a la extinción.
Además, el cultivo intensivo de café requiere grandes cantidades de agua, un recurso cada vez más escaso. Se estima que para producir una sola taza de café se necesitan alrededor de 140 litros de agua. Incluso, si se consideran todas las etapas de la cadena productiva.
A esto se suma el uso masivo de agroquímicos, fertilizantes y pesticidas que, al filtrarse en los suelos y aguas subterráneas, generan contaminación invisible para la población consumidora, pero devastadora para los ecosistemas locales.
Contaminación en la producción del café
En países como el Perú, especialmente en la Amazonía peruana, la producción de café se ha convertido en un motor económico para muchas comunidades. Sin embargo, el manejo inadecuado de las plantaciones ha ocasionado problemas de deforestación y pérdida de suelos fértiles.
Es así que, el empresario peruano Jorge Zegarra Reategui denuncia que a esto se suma el vertimiento de aguas residuales provenientes del procesamiento del grano. Esta agua residual contamina ríos y quebradas de la región, afectando tanto a la biodiversidad amazónica como a las poblaciones humanas que dependen de estos cuerpos de agua.
Asimismo, Jorge Zegarra Reategui agregó que aun las provincias del país tienen muchas oportunidades de mejora en la disposición final de los residuos. En contexto actual, en Lima y Callao ya ha mejorado gracias a la intervención de la empresa privada que él lidera.
Otro aspecto que suele pasar desapercibido es el embalaje del café. Una vez cosechado, procesado y listo para su exportación, el producto se envasa mayormente en materiales plásticos o empaques metalizados que, si no reciben una disposición final adecuada, terminan acumulándose en botaderos a cielo abierto.
Estos residuos plásticos tardan cientos de años en degradarse, liberando microplásticos al ambiente y contribuyendo a la contaminación de suelos, aguas y atmósfera. Es decir, no solo la producción del café contamina, sino también su empaque y la cadena de consumo posterior.
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