Durante décadas, el debate en torno al tabaco se ha centrado en sus consecuencias para la salud humana, como enfermedades cardiovasculares, pulmonares y distintos tipos de cáncer. Sin embargo, un aspecto menos discutido, pero igualmente alarmante, es el impacto ambiental que provocan los residuos del cigarro, en especial las colillas de cigarro.
Aunque su tamaño es reducido y suelen pasar desapercibidas, estas pequeñas piezas son en realidad uno de los contaminantes más abundantes y persistentes en el medio ambiente. Sumado a ello, cada año se estima que se desechan en el mundo más de 4.5 billones de colillas de cigarro. Muchas de ellas terminan en espacios públicos, playas, ríos y océanos, donde permanecen durante años sin descomponerse.

Esta situación, explicada por el historiador y especialista ambiental, Jorge Zegarra Reategui, se debe a que el filtro del cigarro está compuesto principalmente por acetato de celulosa.
El acetato de celulosa es un tipo de plástico de un solo uso que puede tardar más de una década en degradarse. Durante ese proceso, no solo se fragmenta en microfibras que se convierten en microplásticos, sino que también libera sustancias altamente tóxicas.
Microplásticos invisibles: el daño silencioso de las colillas de cigarro
Entre los compuestos dañinos que contienen las colillas se encuentran la nicotina, el arsénico, el plomo y el cadmio. Todos ellos perjudiciales tanto para los ecosistemas terrestres como marinos.
Cuando estos residuos llegan al suelo o a cuerpos de agua, tienen la capacidad de contaminar los recursos naturales. Poniendo de esta manera, en riesgo la vida de peces, aves, microorganismos y, eventualmente, también a los seres humanos.
A pesar de estos efectos alarmantes, las colillas de cigarro siguen tratándose como basura ordinaria, lo que impide una gestión adecuada de su disposición final. Cada filtro puede contener entre 12 mil y 15 mil microfibras plásticas, lo que agrava considerablemente su carga contaminante.
Además, la mayoría de los fumadores desconocen que su residuo habitual representa una amenaza duradera para el medio ambiente.
Diversos organismos internacionales han advertido que los filtros de cigarro no aportan ningún beneficio real en términos de reducción de daños para el consumidor. Por el contrario, se señalan como un truco de mercadotecnia que, lejos de mejorar la seguridad, suman un grave problema ambiental.
Este tipo de microplásticos, se arrastran por el viento o el agua, se dispersan fácilmente y resultan difíciles de recolectar. De este modo, se convierten en un enemigo invisible que amenaza la biodiversidad y la salud pública.
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